Neste
artigo imos falar de catro historias de suicidas que teñen en común o noso
concello e que se producen nos anos 1916 e 1917.
A
primeira delas é unha historia que remata ben, xa que, e por intervención dun
veciño de Foz, o suicida non chega a realizar tan fatídico acto.
O
suceso acontece en Vilaxoane a principios do mes de maio do ano 1916, tendo
como escenario a Ponte de Vilaxoane, que permitía o acceso á vila de Foz dende
Ribadeo. Tal e como podemos ler no xornal Diario
de Pontevedra, do 10 de maio, “En el
puente de Villajuane, de Foz, intentó poner fin a su vida Julián Pérez Noverol,
de 52 años de edad, casado y vecino de Vivero. Se había vendado los ojos para
arrojarse al río, cuando el peón caminero acertó a pasar e impidió que Pérez
realizase el intento”. Segundo podemos ler no xornal El Progreso, no seu número do 7 de maio, “los móviles que le impulsaban á tal determinación son los desprecios
que le hace su mujer según el declaró; pero bien pudiera ser un ligero desvarío
mental, por lo que de sus declaraciones se deduce”.
Grazas
logo á intervención dese peón camiñeiro do que, por desgraza descoñecémolo
nome, o veciño de Viveiro puido volver á súa casa a recuperarse ou ben a
padecer os desprezos da súa muller.
A
segunda historia acontece a principios de maio do ano 1917. Esta noticia está
recollida no xornal El Ideal Gallego,
no seu número do 5 de maio, e nel podemos ler que: “En el barrio de la Espiñeira ocurrió un suceso desgraciado, cuyas
causas se ignoran. En el piso alto de la casa de unos honrados vecinos y
mientras toda la demás familia se hallaba en las faenas del campo, se ahorcó de
una viga el joven de 17 años de edad Manuel Oberrat.
Cuando su madre y hermanos le
hallaron muerto, desarrollose la consiguiente escena de dolor. La juventud del
suicida y la circunstancia de no tener enfermedad ni contrariedades de la vida,
hacen imposible conjeturar los móviles que le impulsaron resolución tan extrema”.
No
xornal El Eco de Santiago, do 9 de
maio, afírmase que o suicida era natural de Tol (Asturias) e que se chamaba
Manuel Olemata Barre. Mentres que para o xornal El Diario de Pontevedra, do 9 de maio, o nome do rapaz era Manuel
Obernal Barres e apuntan como razón do suicidio “por haberle reñido sus padres”. Tras consultar o Rexistro Civil de
Foz comprobamos que o nome deste suicida era Manuel Overnat Barres, era fillo
de Xosé Overnat Vasquín, natural de
Galdo, e de Francisca Barres Montenegro, natural de Vilaronte. O citado Manuel
aparece anotado como natural e veciño de Vilaronte. No Rexistro anotan que o
suicida tiver “fallecido en su domicilio
a las diez y siete horas y seis minutos proximadamente del primero del actual á
consecuencia de asfixia por suspensión”. (Rexistro Civil de Foz, 1917, 3 de
maio, fol. 28).
A
terceira ten lugar neste mesmo ano de 1917, pero xa no mes de xullo. Segundo
informa o xornal El Diario de Pontevedra,
do seu número do 16 de xullo, nos talleres tipográficos do señor González Seco
recibíase unha carta para que fose
publicada no periódico Mondoñedo, era
segundo o xornal “una especie de
historieta del sujeto Faustino González Fernández, nacido en el Monfadal y
residente en San Martín de Mondoñedo, quien por razones de familia ha de
matarse el día 15 del corriente de Julio, después de haber asesinado a su hijo
para que no pase por los dolorosos trámites que él ha pasado.
Después de haber leído los empleados
del señor Seco esta curiosa narración entregáronla al señor Juez de 1ª
instancia de este partido, para que procediera en la forma que estimara más
oportuna.
En el primer automóvil salió una
pareja de la Guardia Civil para ver si alcanzaba el coche en que iba el
González, que saliera de ésta (refírese
a Mondoñedo) para la vecina villa de Foz
a las tres y media de la tarde”.
Esta
mesma noticia recóllese nos xornais El
Progreso, do 14 de xullo, e El
Noroeste, do 17 de xullo.
A
derradeira historia é recollida polo xornal El
Diario de Pontevedra, do seu número do 29 de agosto de 1917. Seméllanos tan
interesante e completa que a transcribimos completa: “En un cuarto de la fonda-restaurante de Barrencalle, número 13, puso
fin a su existencia un joven. Aprovechando unos momentos en que su esposa
abandonó el nido amoroso en que vivían empuñó un revolver y haciendo girar el
gatillo cayó al suelo convulso, con un tiro en la cabeza.
Había ya dejado de existir la
víctima cuando se personó en la Casa de Socorro el digno juez del distrito del
Ensanche, don Felipe Fernández de Quirós, acompañado del oficial de la
escribanía del señor Sancho, señor Mamblona y del alguacil señor Pérez,
comenzando a instruir las diligencias de guardia.
El desesperado joven se llamaba
Angel del Río Menéndez, de 26 años, de profesión comerciante y natural de Foz
(Lugo).
El cadáver pudo ser identificado en
el acto, por haberse encontrado en uno de los bolsillos de la ropa del
desgraciado Angel un pasaporte expedido por el cónsul de España en Buenos
Aires, fechado en Junio de 1916.
El suicida había escrito en el
anverso del expresado pasaporte que no se culpara a nadie de su muerte ni se
molestara a su esposa Francisca Gil en lo más mínimo, pues ella no era la causa
determinante en su desesperación.
Rogaba al juez que proporcionase a
su mujer el viaje hasta Pamplona, a donde iría unirse con sus padres. Añadía
que se mataba por disgustos privados, encareciendo que todo cuanto posee le sea
entregado a su esposa.
Acerca de las causas que indujeron a
Angel a privarse de la vida, corrieron distintas y encontradas versiones, que
no vamos a recoger.
Sólo una, novelesca y algo teatral,
pero con mayor viso de certeza que sus compañeras vamos a relatar.
Según ella, Angel y Paquita se
conocieron cuando el primero regresó de América con algún dinero, no tanto como
lo que hacía suponer su aspecto de señor rico. En Pamplona llegaron a intimar y
entraron pronto en el atajo que conduce al matrimonio.
El matrimonio se firmó. Comenzó la
luna de miel. Todo era bello y risueño. Había juventud, amor y se creía que
habría también dinero.
No cabía mas. Y llegaron a Bilbao en
viaje de novios hace cinco días. La luna de miel seguía su curso normal. En la
villa de Don Diego la tranquilidad era absoluta. Solamente imponían algo los
bandos pegados en las esquinas. ¡Se podía vivir! Más aquí llega lo más
interesante del relato. Angel la dijo un día, mirando sus ojos negros como a un
espejo en el que reflejara su emoción, que no tenía dinero, que su riqueza era
una leyenda china.
¡Momento de incertidumbre, lágrimas
de sangre!. Hubo un momento de silencio en el que sólo se oían los martillazos
de los constructores de barricas y la campana del urbano.
– Tengo una solución – dijo él de
pronto. – Ve a casa de Fulano y pídele 200 pesetas, con ellas iremos tirando -
.
A Paquita Gil no gustó esta solución
y se negó a ello diciendo: - Las pediré a mi familia.
Entonces Ángel le propuso que
pusiese un telefonema a su madre pidiéndole dicha cantidad.
Y al salir Paquita a la calle, su
esposo se pegó un tiro”.
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