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viernes, 3 de febrero de 2017

NAQUEL FOZ DA COSTEIRA DO BONITO,1946.

Costeira do bonito no Quintanero. Do libro Foz a xanela aos nosos devanceiros.

Imos neste artigo dar unhas breves pinceladas sobre o noso concello aló polo ano 1946, sepárannos 71 anos, pero comprobaremos que hai un mundo de diferencia entre aquel e este concello de Foz.

Para levar a cabo este traballo empregamos as fontes documentais seguintes:  hemeroteca galiciana e prensahistorica.mcu.es. Seguro que un ávido lector me dirá que non fago mención ningunha a outros xornais nos que se fala de Foz nese ano, é certo, mais razón desa ausencia hai que buscala tanto en que non teñen os seus exemplares dixitalizados na rede como a imposibilidade, debida ao horario laboral que actualmente teño, de poder consultar os fondos documentais gardados en bibliotecas especializadas.

Comezamos a nosa andaina no mes de marzo, momento en que se solicitaba formalmente a man da señorita Beatriz, filla da viúva de Serantes e residentes na Graña do Ferrol, o solicitante era Antón Casas Sixto, “de conocida familia de San Pedro de Cangas”. (La Noche, 1946, 27 de marzo).

No mes de xuño aparece  en Cartel: Revista de Galicia unha noticia que nos informa da achega de mil pesetas que a Deputación da Coruña doa para “subvencionar la reedición de los versos de Antonio Noriega Varela, que comprenderá los de sus principales libros: A Virxen y a paisanaxe, Montañesas y D’o Ermo”. Realmente que esta reedición formaría parte da homenaxe que se lle vai facer ao mencionado poeta. Francisco Insua era o presidente da Comisión do homenaxe de Galicia a Noriega Varela. Dende xuño do ano 45 a citada comisión recibira as seguintes cantidades:

Ayuntamiento de Foz, 500 pesetas; Ayuntamiento de Vivero, 1000; Diputación de Orense, 245’75, obreros mindonienses que trabajan en la industria de don José Fernández Franco, de Madrid, 115; Ayuntamiento de La Coruña 962’25; Círculo de las Artes, de Lugo; 250; recaudado en la velada de homenaje del 26 de abril, en el Gran Teatro de Lugo, 2135’55; donativo del ilustre mindoniense don José María Blanco Folgueira, de Madrid, 500; Ayuntamiento de Ribadeo 500; Diputación de La Coruña, 1000. Total 8690’75.

Estas ocho mil seiscientas noventa pesetas con setenta y cinco céntimos se hallan depositadas en el Banco de La Coruña, en Lugo, a nombre del tesorero de la Comisión”. (Cartel: Revista de Galicia, 1946, 1 de xuño).

No mes de agosto aparecía publicado no Boletín Oficial do Estado unha relación das subvencións concedidas por  Educación Nacional “a diversos centros privados de formación profesional”, dentro dos centros da Mariña figura a Escola do Bispado de Mondoñedo, que recibe 2000 pesetas (12 €) e a Fundación Martínez Otero de Foz, que recibe a cantidade de 20.000 pesetas (120 €)   (La Noche, 1946, 24 de agosto).

O día 10 de outubro de 1946 saía publicado no xornal Imperio un artigo titulado Las Torres del Oeste, obra de Álvaro Cunqueiro no que se compara as torres físicas de Catoira, levantadas por Xelmírez, coas celestiais creadas polo bispo San Gonzalo:

 “En sus años compostelanos era el que esto escribe bastante dado a toda clase de polémicas: en la posada, el café o el claustro universitario, por mor de una brizna de paja, se solían armar contiendas que pretendían, finalmente, desentrañar el último sentido de la Historia Universal. Nada menos. Durante algún tiempo y siendo entonces el caballo de batalla el libro de Vitoriano García Martín, “Galicia, una punta de Europa”, solía saltar con frecuencia  al tapete don Diego Gelmírez y su política contra normandos. Mantenía yo, entonces, una tesis que no deja, ahora, de parecerme herética. Creía que levantando en Catoira las torres del Oeste y construyendo en aquel arenal las primeras naves de guerra de nuestros señores reyes y parientes de León, había cortado para el país gallego, y para el común de la nación española, uno de los empalmes que considerábamos decisivos: los normandos. ¿No había creado Inglaterra los normandos? ¿No había un reino de Normandía en Sicilia? ¿Qué no había de normando en las Cruzadas? ¿No era normando el imperio del mar? L aportación normanda – nos empeñábamos en ellos – habría sido decisiva para Galicia y  su monarquía leonesa. Ya veía yo en nuestros campos, en las verdes colinas, los castillos, las casas solariegas, las catedrales y los colegios, los burgos y las ciudades como en la “merry Englad” o la Normandía de Francia. León, rigiendo a dos manos toda la ancha España y los barones galaico-normandos, los primeros pares del Reino. Veíamos, pues, en esas torres del Oeste una especie de muralla de la China, que sólo males nos había reportado. Yo llegaba a imaginarme a los normandos bautizándose al pie de la Tumba Apostólica, haciendo su guarda. Comentaba que Gelmírez se había equivocado, aunque de Roma hubiera traído el palio una mañana florida del año mil. Y ensoñábamos a don Alfonso el Emperador, con sus leoneses, sus gallegos, sus asturianos y sus normandos, aplastando al separatismo castellano. En la “pulcra leonina”, el sol pintaba, a través de las hermosas vidrieras, las altas, aéreas columnas, mientras bajo las naves de fina crucería se extendían las graves, nobles sílabas del “Te Deum laudamus”.

Bien, era una tesis como otra cualquiera, llena de vueltas y viravueltas. La polémica se ha ido a esas nubes a donde se van las polémicas, y las torres del Oeste siguen en pie, Galicia ha hecho hace días romería a ellas, a rezar en un santuario allí levantado al Apóstol. Y como de allí salieron las primeras naves cristianas de España, también peregrinaron los caballeros alumnos de la Escuela Naval Militar de Marín. Las primeras quillas militares de España conocieron aquí el acuno de las olas. Su misión era una misión contra los piratas, en defensa de la tierra que guardaba el sepulcro apostólico. Apenas, desde entonces, ha variado la misión de la marina de guerra de España: ha sido, siempre, una marina contra la piratería, por la libertad y la seguridad de los mares. Por esto mismo su victoria no era, precisamente cosa de este mundo.

Las torres siguen en pie, enseñando geometría a todas las Rías Bajas. Las ha mordido el tiempo, las roen los vientos de la mar y su salitre, pero ahí están. Tienen, en cuanto torres, vigencia moral y militar, aunque en último término no hayan sido usadas contra normandos y si en el tablero de nuestras discordias civiles. No obstante, torres por torres, prefiero el milagro de mi obispo San Gonzalo, aquel que hundió una flota normanda rezando avemarías, no hubo jamás batería más floreada que la del rezo de mi obispo. Los dysir que venían a recoger las almas de los viquingos muertos, hubieron de taparse el rostro con las manos, ante tamaño desastre. En el hall del trasmundo donde arden hogueras de grandes leños de los bosques boreales, los normandos muertos en el mar de Foz se interrogarán estupefactos. No había allí torre ni ballestero, ni pelota de alquitrán, ni pica celta, sino un pobre monje de rapada testa y ojos azules, con los pies comidos por las piedras de muchos caminos. La oración hizo de torres del Oeste. Las otras, las gelmirianas, están de pie. Las celestes de mi obispo San Gonzalo se han ido por el aire, al campo de los castillos celestiales que guardan el Paraíso del Señor. Las de Gelmírez quedan aquí en la tierra, enseñando geometría a las dulces, tranquilas, mansas Rías Bajas”. Este mesmo artigo aparece publicado no xornal El Pueblo Gallego, no seu número do 16 de outubro de 1946.


Non será este o único artigo escrito por Cunqueiro que fala do noso concello. Nese mesmo ano, un 12 de xullo, saía a luz un artigo no xornal Imperio titulado Costera del Borniot, e que da título a este artigo. Nel  podemos ler:

Ayudé a Manuel del Guido a preparar las hojas de las mazorcas y las liñas entrabadas de cintajes de colores, azules, rojos, amarillos como un refajo de moza. Quizás recortados de un refajo eran. Amanecía. Ya estábamos en el mar y atrás quedaba la barra de Foz con todas las batallas contra normandos de mi obispo San Gonzalo; a estribor quedaba la Garita y a babor San Bartola, Reinante, Benquerencia. Un sudoeste claro y fino le rizaba la cabellera azul al mar. N.N.E. llevábamos y yo, acodado a proa, paréceme que más que con el bontio, pensaba y ensoñaba el primer verso de un soneto a los vientos y al mar: “Treinta y dos de la Rosa y los celestes…” No puedo seguir. A babor puso, con su humo alegre, brincadora la Remedios del Cazón. El Cazón había trabajado durante el invierno para los italianos de la ballenera de Leixón. A tres horas de mar y ya tiene pescando alguna. Le gustaba que yo le explicase la gran historia de la pesca de la ballena y un día le leí las aventuras de Setter Hogderstrom, donde viene las oraciones de los balleneros y el canto al humo de la chimenea del hogar.

-         Algo de fantasía hay en todo eso – me dijo.

Pero lo dijo con énfasis, orgulloso de andar él también como Petter el nórdico a la ballena. Como Petter, el Cazón se llama Pedro, tiene ojos azules, crespo pelo rubio y es chato, pecoso y alegre.

Amansa hogaño el bonito muy largo, pero cogiéndole la mano cae que es una bendición. Está lúcido, prieto, verdesolado. La mañana, al capeo del viento sobre la punta de Burela, se da bien.

-         Comeremos en casa – dice el Guido sonriente.

Y ale eché yo el ojo a uno de los bonitos, sobe obra de cinco kilos tendrá, veteados, casi negros, sus profundos azules. A bordo casi pisamos un campo de bonito. Con el día ha ido aflojando el sudoeste, emploma por fin y, poco a poco, se va levantando un marero fresco, vivaz y limpio, el viento para el hombre en la mar. Afloja la pesca y los cinco de a bordo, también yo eché una mano, saludamos el porrón de blanco. No me daba cuenta de que estaba sudoroso y sucio, las manos pegajosas, con sangre y escamas. Viramos para salir de la corriente de Burela y dándole cara al viento doblamos Babor. Otra vez bonito a bordo: uno, tres, cuatro, seis... Es una bendición.

- Comeremos en casa – repite el Guido.

El viento va a más y nos salseamos un poco. Todo ha ido bien. Vamos a tener que colgar bonitos de la chimenea. Se ha acabado la pesca por hoy. Se han acabado también los dos porrones de blanco.

 Regresamos.

No dejo de pensar en la enorme diferencia que existe entre el bonito explicado por Le Danois, pongo por caso, y el bonito explicado por el Guido y Cazón. Si yo le digo al Guido que lo que el llama la costera consiste en que el bonito sube hasta el Golfo con las tibias aguas atlánticas, el Guido se sonreiría. Para é la costera es un veraneo que se toma el bonito.

-         Cuando se pone fresco en un pasto, amansa -.

Amansar, en el lenguaje del Guido, del Cazón, del Loiro, quiere decir dormir la siesta. Los otros, sin duda, se imaginan unos bonitos gordos como habaneros y ociosos, durmiendo la siesta a la sombra. Distingue tres razas.

-         La reina es la que sale por Santiago: viene más mantecosa y costea remansándose aquí hoy, mañana allá - .

El viento ha ido creciendo y la barra está alta, blanca y fungadora. La tomamos con el viento, sesgándola y tenemos un par de minutos de meneo. La sirena despierta toda la ría de Foz. Al par nuestro, con toda la jarana de sus pitidos, entra el Cazón. Nuestros bonitos y los de él estarán a un tiempo en la lota.

Yo, no bien atracamos, salto con el mío. Una buena ajada será lo mejor. Manueliña la prepara mientras yo, vuelto a mi soneto, busco todos los consonantes posibles a celestes: agrestes, vestes, tuestes, estes... La mañana estaba para bonitos que no para sonetos. Cuando llega el Guido, ya está la ajada en la mesa.

-         ¿Que tal? – pregunto.

-         Diez mil reales. El Cazón ocho.

El Guido, Juan Cuso, el Estelo y yo tenemos apetito. Es una buena muerte para un bonito de la raza reina, azul y mantecosa, ésta del ajo, el aceite y el pimentón. El viento ha traído niebla, que va cubriendo la ría y sube por la tierra. Si yo levanto ahora el porrón de vino para echar el chorro, veo el mundo, a través del cuerpo del porrón, llena de tinto, como un inmenso rubí. Se oyen largos, insistentes, otros pitidos.

-         Es el Belros. Debe venir bueno.

Costera del bonito de 1946; una bendición de Dios.

Os nomes dos personaxes que saen neste artigo correspóndense con mariñeiros de Foz?

Descoñecémola resposta e, coñecendo a Cunqueiro, probablemente nunca a coñezamos.

Fixo Cunqueiro algunha vez unha costeira con mariñeiros de Foz?
Esta é unha pregunta para que non temos resposta, pero seguiremos investigando na procura dunha solución.


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